viernes, 3 de junio de 2011

Publicación: PISA 2009. ¿Y ahora qué hacemos?

Nota: Este artículo se publicó en la Revista Pensamiento Libre (http://www.revistapensamientolibre.com/inicio/?author=54) tanto en su edición "en linea" como en la  impresa el 1° de Marzo del 2011. Sobre el tema refiero la supuesta elaboración de materiales para los maestros de secundaria por parte de la Subsecretaría de Educación Básica de la Secretaría de Educación Pública. Más no tengo evidencias para asegurarlo. 

Recientemente, en noviembre de 2010, se difundieron los resultados de la evaluación internacional conocida como PISA por sus siglas en inglés (Programme for International Student Assessment). Fueron muchos y extensos los comentarios en los medios de comunicación social, impresos y electrónicos, sobre este tema. Fue también duramente criticada la postura oficial de la Secretaría de Educación Pública: “vamos en el sentido correcto pero hay que acelerar el paso”. Y, a tres meses de este suceso, los expertos continúan desmenuzando los datos intentando encontrar explicaciones a este fenómeno. Y las autoridades educativas, responsables directa o indirectamente de ello ¿qué están haciendo al respecto? Poco se sabe de sus propuestas de solución, proyectos en ciernes o programas concretos tendientes a mejorar estos resultados. La próxima aplicación de PISA será en abril de 2012. ¿Seguiremos lamentando nuestro desempeño como país en PISA sin actuar en consecuencia? ¿Le damos un mayor peso a nuestro inmutable pasado en contraste con nuestro incierto futuro? ¿Qué hacer con los resultados de PISA?

El propósito de PISA es determinar en qué medida los estudiantes de 15 años han adquirido los conocimientos y habilidades relevantes para participar activa y plenamente en la sociedad moderna. Más específicamente, escudriña la capacidad de utilizar sus saberes en la vida diaria. Este estudio se aplica, desde 2000, cada tres años en tres áreas del conocimiento: lectura, matemáticas y ciencias. En México la muestra de estudiantes examinados permite la comparación con los 34 miembros de la OCDE y 31 países asociados. Se examinaron 38,250 estudiantes (52% mujeres y 38% hombres) de 1,535 escuelas (28% secundarias y 72% bachilleratos) de las 32 entidades federativas tanto en localidades urbanas como rurales. De acuerdo con el puntaje obtenido se clasifican en seis niveles de desempeño. Siendo el número dos como el estándar o mínimo adecuado para desenvolverse en la sociedad contemporánea.
En esta última aplicación el área principal fue lectura. Ésta se integra por tres subescalas: acceder y recuperar, integrar e interpretar, y reflexionar y evaluar. En los resultados comparados entre 2000 y 2009 se detectan avances notables en la primera y retrocesos en la tercera, y se han estancado en la segunda subescala. Es decir, a los estudiantes se les dificulta más comparar, contrastar, formular hipótesis y realizar juicios acerca de un texto; se les facilita buscar, seleccionar y reunir información; y se ha mantenido el mismo desempeño en la búsqueda de relaciones entre las diversas partes de un texto, identificar suposiciones o implicaciones.
Muchos especialistas han centrado su análisis en los puntajes promedios obtenidos por México en contraste con el resto del mundo. Las conclusiones conducen a la parábola del vaso medio lleno o medio vacío: que México es el último lugar de los países de la OCDE, que es vanguardia en Latinoamérica sólo detrás de Chile, o que le faltan 50 años para alcanzar a los países con mejores resultados en la prueba PISA. En contrapartida, algunas ideas discordantes enfatizan la comparación técnicamente inválida y socialmente injusta de los resultados entre los países con entornos socioculturales tan diversos y disímbolos. Por ejemplo, comparar los resultados del Estado de Guerrero con los obtenidos por Hong Kong o Corea.
Otros especialistas analizan los componentes del sistema educativo nacional y coinciden en destacar como un factor fundamental para la mejora educativa la contratación y selección de maestros. En contraparte algunos atribuyen los bajos resultados al poco tiempo de asimilación de las reformas curriculares recientes. Alguien más busca la respuesta en las políticas públicas en materia educativa por ser inadecuadas, las menos necesarias o prioritarias. La inequidad e injusticia social, el financiamiento de la educación o, incluso, la mala planeación en sí misma. El desfase de los temas enseñados formalmente en la escuela en contrapartida con los de otros páises. Hasta las condiciones de infraestructura escolar y las variables macroeconómicas del país.
Todos los puntos de vista son dignos de ser tomados en cuenta. Es difícil encontrar coincidencias plenas. Ojalá no sea demasiado tarde. Es muy interesante el debate pero no podemos quedarnos ahí. Falta poco más de un año, 14 meses, para la siguiente aplicación. Y surgen espontáneamente las preguntas: ¿y qué debe hacerse?, ¿por dónde empezar?, ¿cómo traducir las ideas y buenas intenciones en un plan de acción concreto? El voluntarismo es insuficiente, la simulación se asoma con gran facilidad y el pragmatismo simplista lleva a soluciones inútiles. Con mayor razón si tomamos como cierta la afirmación de algunos expertos acerca de que la información arrojada por PISA sería el reflejo de la situación de un país y de su sistema educativo.
No debe esperarse más tiempo. Debe actuarse ya. Intencionada y sistemáticamente. No sólo por la imagen de nuestra nación ante el resto del mundo ni por la comparación con los países miembros de la OCDE o asociados. Sino por un fin más noble y profundo. La formación de nuestros alumnos. Ellos serán los responsables de las transformaciones sociales en un corto tiempo. Si no les dotamos de las herramientas necesarias para afrontar los desafíos sus acciones traerán frustración y desconsuelo y conducirán inevitablemente hacia la dependencia científica y tecnológica. La educación es un medio de transformación social y la puerta de acceso al desarrollo.

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